Saturday, August 11, 2007

REALIDADES

por Oscar Collazos

Después de la emisión por RCN del documental de Pirry sobre Cartagena de Indias, han pasado arroyos de agua sucia por debajo del molino. Se han venido arrojando baldados de porquerías insultantes a un periodista que, independientemente del sensacionalismo que imprime a sus reportajes televisados, tiene el buen tino de saber sacarle el mejor provecho periodístico a realidades por lo general ocultas.

Lamento, por encontrarme fuera del país, no poder asistir al debate que se va a hacer en la Universidad de Cartagena, aplazado para otra fecha porque, al parecer, hoy sábado se emite una segunda parte del reportaje. Desde que supe de este acto, necesario para llevar las aguas revueltas por el cauce de la discusión democrática, pensé que la ciudad merecía revulsivos como el programa de Pirry para sacar de sus entrañas el lamentable provincianismo pequeñoburgués que obliga a barrer para adentro y a lavar los trapos sucios en casa.

Muchos saben que intervine en ese programa con un testimonio que ha escandalizado a algunas buenas conciencias pseudopuritanas. Dicho testimonio quería poner en evidencia la espantosa realidad de muchachitas dedicadas a vender sexo en circunstancias imprevistas y a precios irrisorios. El realizador del programa hizo uso de una frase que, sacada de su contexto, puede parecer morbosa, además de sensacionalista. Ese “Cartagena huele a sexo” pretendía darle prioridad a una situación conocida por todos: la ciudad es desde hace mucho tiempo el escenario de un creciente mercado sexual.

No sé si Pirry retomará en la emisión de esta noche testimonios parecidos, pero temo que otra vez serán mal entendidos por quienes llevan dos meses ofendidos por la crudeza de ese programa. Por ello es importante el debate de la próxima semana. Aunque no se esté de acuerdo con el estilo del popular periodista de RCN, lo de menos es discutir la orientación de su estilo. Lo que debe entrar a discutirse es el grado de verdad que tienen esos testimonios.

Yo no creo que la verdad haga daño a nadie. Lo que hace daño, individual o colectivamente, es la ocultación de esas verdades, el empecinado empeño en ignorarlas o confinarlas en los oscuros aposentos de la hipocresía. Toda realidad que se oculta es susceptible de empeorar, precisamente porque, condenada al olvido, no es objeto de los correctivos deseados.

Siempre he dicho que la hipocresía hace más daño que la sinceridad, que más daño hacen las ocultaciones que las revelaciones y que una sociedad sólo puede mejorar en lo material y en lo espiritual cuando es capaz de mirarse en el espejo y aceptar, con realismo y valentía, la imagen que éste le devuelve.

Hace unos días me viene “persiguiendo” con obstinación de demente un lector de mis columnas de El Universal y El Tiempo. Se encubre en un pseudónimo y, tras esta treta de la cobardía, vierte toda clase de insultos contra mi persona. Lo hace porque intervine precisamente en el programa de Pirry. Sospecho que no es la primera vez que está en desacuerdo conmigo, algo que celebro y acepto: no se escriben libros o columnas de opinión para conseguir unanimidad sino para suscitar debates y cotejar opiniones.

No me inquietan estas reacciones. Me inquieta sospechar que vienen de la intolerancia o de la hipocresía o que quien insulta con identidad encubierta debe ser alguien que hace otras cosas con idéntico método. No tengo nada que decirle. O sí: que se acerque al debate que organiza la Universidad de Cartagena y diga con toda sinceridad qué es lo que le molesta en la difusión de la verdad.

1 comment:

Cupido Quimico said...

muy buen articulo, a sabiendas que la critica facilmente puede ser interpelada, asi de a pocos se construye democracia, porque de verdades en verdades se construye un concepto, pero poco se puede hacer con una mentira.....
la fragilidad de la democracia, en este pais que de eso tiene poco