Sunday, January 21, 2007

Morocha #1


Soy tan liberal como lo fue mi madre, pero en Cartagena eso equivale a ser una negra puta o una puta negra. Soy poco atractiva, quizás nada atractiva, pero mi poder de seducción se ufana de haber llevado a la cama a los mejores polvos y a los nombres más cultos y "distinguidos" de la ciudad. Bien temprano descubrí que a los hombres también se les puede calentar el oído..."Usame mientras te acabo, te lo permito, como se le concede al moribundo su último deseo o al sentenciado sus últimas plegarias. Baña tu lengua en mí y ahógate en mi vientre. Balbucea, patalea. Nada te salvará."

Tengo cuatro hijos de tres hombres diferentes. El primogénito, Jose Joaquín, es hijo del poeta; una de las niñas, Alcira, es la hija de un juglar del Valle, y las otras dos, Candelaria y Josefina, son las hijas de un soñador.

No me casé nunca (ni deseo hacerlo) y tampoco he sido la mejor madre, pues opté por ser una extraordinaria amante. "En esa travesía corporal, me perdí."

¿Es o no es? Una mujer no puede serlo todo: o se es madre o se es mujer.

Dicen que cuando nací, mi llanto fue un canto. Mi madre, una mujer de mundo, decidió darme el nombre de Carmen, quizás la Carmen de Merimée. Ella era una francesa de avanzada y un día se aventuró a la mar. Terminó en Cartagena. A veces pienso que venía huyendo de algo. Quizás de algún crimen, de alguna deuda o de algún desamor. Quizás de ella misma...

Si es así, mi nacimiento la liberó con la muerte. "Te quiero, mamá."

El caso es que esta mujer de tez jipata terminó en los brazos del negro Avila, mi padre, quién era un negro bien puesto, decente y refinao. De él, heredé su perspicacia, su color y su irreal pelo “cus cus." Heredé también su ritmo, su insaciable líbido y mi amor por la música y las palabras.

Algunos, al ver la única foto que conservo de mi madre, tienen el atrevimiento de decirme que es de ahí de donde viene mi "inteligencia." Yo les tuerzo los ojos. Recuerdo bien la discusión que tuve con Rafa cuando el creyó darme un cumplido al decirme que yo no era sólo la mujer, sino la negra más inteligente que él había conocido. También discutí con Joseíto cuando me dijo que buscara en la enciclopedia el nombre de algún negro que hubiese aportado algo a la humanidad, pues de seguro nada iba a encontrar. La ignorancia es atrevida, sobretodo cuando es blanca, porque la ignorancia negra en esta ciudad es sometida, resignada y sabe ser feliz... Excepto en mi caso. Yo he leído demasiado para vivir en ese incomprensible, a veces sano, estado de negación.

Busqué en la enciclopedia, y de hecho, ningún negro apareció. Me pregunto quién carajo escribe las enciclopedias... quién carajo escribe la Historia…

1 comment:

Elías Urdánigo said...

Por supuesto que a nosotros se nos puede calentar el oído, yo diría que más fácil que a ustedes.

Coincidencias, yo también vengo de la raza negra. Aunque podría pasar por un blanco como el personaje de "Escupiré sobre vuestra tumba" de Voris Bian. Aunque ciertamente he percibido la discriminación racial, los negros de mi familia son más bien altaneros, inteligentes, cultos y que miran a los ojos, así que difícilmente los he visto apabullarse por prejuicios raciales.

Quien carajo escribe la historia... pues seguro no son los que la hacen.

Por cierto me gustó el poema del post anterior, de dónde ha salido. Ah y espero hayas recuperado tu voz, tu amante, tu mano derecha. No te hablo de las ventajas que hay cuando el/la amante esta lejos porque sería muy atrevido de mi parte. jajaja
Besos como nunca, o como siempre, quien sabe