Cartagena, como todos los años, vive la efervescencia de las vacaciones. Multitud de visitantes invaden la ciudad en busca de su afamada belleza, de playas y de tierra caliente. Desde hace un lustro, cuando se volvieron más seguras las carreteras gracias a las acciones gubernamentales, buena parte de los turistas arriba por tierra y congestiona con miles de automóviles adicionales las calles ya atestadas de la ciudad.
Los hoteles rayan el tope de su capacidad, los restaurantes no dan abasto y las playas son un hormiguero de bañistas y vendedores. Cartagena es el destino turístico predilecto de los colombianos y de miles de extranjeros desde hace tiempos.
¿Quiere esto decir que ya es capaz de afrontar la temporada con experiencia y recursos suficientes? Según algunos de los más estudiosos nativos, no. "La ciudad no está preparada para recibir el turismo que está recibiendo", afirma sin contemplaciones el destacado urbanista Francisco Angulo.
Una mirada a la prensa local revela por qué. Con meritorio sentido autocrítico, columnistas y editorialistas insisten en señalar los problemas que abruman a la legendaria villa.
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"Es indudable que en Cartagena hay un problema de inseguridad que debe ser resuelto urgentemente", sostiene en reciente editorial El Universal. En otro, el mismo diario alerta sobre el ruidoso entorno de la ciudad en tiempos de veraneo y critica el hecho de que la Alcaldía autorice estruendosas discotecas al aire libre, como la que podría funcionar en el Parque de la Marina, "a pesar de las protestas permanentes y airadas de los vecinos".
Se suman a estos pecados el abandono de muchas calles, el secular desaseo, la permanente lucha del ciudadano indefenso contra el automóvil particular, que quiere invadirlo todo, y los monumentales atascos de tráfico, a los que contribuyen las obras -cada vez más costosas- del sistema de transporte público conocido como Transcaribe y la ausencia de una avenida perimetral que otorgue salida lógica al sistema vial.
No se trata de desaconsejar a Cartagena como destino turístico, pues pocos son tan atractivos en toda Suramérica. Sino de hacer un nuevo reclamo a las autoridades y una nueva invocación al espíritu cívico de los ciudadanos (no propiamente ejemplar, para ser sinceros), a fin de que la ciudad esté a la altura de su prestigio.
La capital de Bolívar ha padecido en los últimos lustros un desgreño administrativo que sufre altas y bajas, pero que definitivamente no ha contado con la suerte de Bogotá o Medellín, donde una serie de buenos alcaldes enmendaron la deriva metropolitana y han contribuido a educarlas, embellecerlas, desembotellarlas y hacerlas más gratas para todos, especialmente para los habitantes de las zonas pobres.
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En este punto, justamente, Cartagena incuba una bomba de tiempo. Con miles de desplazados por la violencia que llegan cada día a sus barriadas, con un problema de desempleo estacionario y con la reaparición de mafias paramilitares en ciertos lugares de la ciudad, la tensión social va en aumento. Durante un tiempo, tales condiciones generaron un aumento de la criminalidad en los tugurios; pero hoy, como dice el columnista Alfonso Múnera, "se regó por toda la ciudad".
No es posible blindar por completo el centro histórico y Bocagrande, pero al menos se nota una importante presencia policial en la zona turística, lo mismo que conviene señalar la mejora del aeropuerto y el despeje de ciertas avenidas, que eran intransitables.
El problema es que muchas de las soluciones que ofrece Cartagena resultan contraproducentes para su estatus de ciudad turística: los rascacielos que se levantan en zonas playeras crean empleo, pero amenazan los servicios de la zona; la expulsión de las ventas ambulantes favorece la circulación, pero priva a muchos pequeños comerciantes del sustento familiar.
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En Cartagena sigue haciendo falta una visión que contemple toda la ciudad, no solo el sector turístico, y que piense en el futuro, no solo en las fiestas de temporada. Sin ella, repetirá eternamente los mismos errores.
(*Tomado del diario "El Tiempo" - 27.12.06)
Wednesday, December 27, 2006
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