Y Viviana me prestó la chaqueta. Llegaba hasta la rodilla con imponente corte de princesa. Absolutamente única. Era de un color índigo petroleo, enmarcada por tiras bordadas color cabernet. Según Evelia, parecía hecha en Mongolia o en el Tibet. Aún no entiendo como cupo en esa pequeña caja de Fedex... Llegó directo desde Washington, de una noche a otra, con la velocidad y eficiencia que solo los anglosajones saben glorificar. Me la puse. "La Vivi me salvó de otra," pensé.
Nada pudo haber sido más acertado para una fiesta laboral de Navidad. Joan, el checo, el esposo de Ludmila, me preguntó si la prenda era austriaca (parecía ser que la flor bordada en los puños de la susodicha era la tan nombrada "eidelwise" de la película "The Sound of Music"). "Tengo entendido que es polaca... al menos eso me dijeron cuando la compré." En todo caso, la chaqueta atrajo también a una pareja de nenas que no me quitó el ojo en toda la velada. Zoe, una de ellas, se acercó para sonrrojarme con un "you look stunning" apretado y sugestivo.
La chaqueta despertó envidias, lujurias, admiraciones, iras...
Al rato, Julia me preguntó que dónde la había comprado. Le dije que no era mía, que era de Viviana y que me había llegado por Fedex. Se quedó muda. Se rompió el hechizo y yo me reí para mis adentros. Me importó un culo. Me liberé.
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1 comment:
Pao que alegría leerte y encontrar todo esto. Guau, me encantó... no sé que más decir.Espero poder seguir leyendote.
Un gran abrazo
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